Joaco despertó agitado y muy
transpirado…
Escribió:
12 de Marzo
de este año, pero pudo haber sido cualquier otro mes de cualquier otro año.
La
presentía, olía su aliento perturbador, oía sus pasos cautelosos y tan
estudiados, de alguna forma sé que la esperaba sin saber de su existencia… Ella
se acercaba a fuerza de persuasión y muchísimo esmero en simular algo que,
claro, no era ni sería nunca.
Estaba
suspendido en la humareda esa que hace que uno quede suspendido, pero entendía,
vaya si entendía. Ella se aproximaba cada vez más, sin importarle que
sospechara de su presencia y, como no había manera posible de retroceder o
corromper sus planes pité despacio, cayendo en la cuenta que convenía
aprovechar al máximo mi última yerba…
Y
ella se acerca y acerca, más y más y más y más y más y más y más y más y más y
más y más y más y más y más y más y más y más y más y más y más y más y más y
más y…
Y
yo despierto.
Ella
ha desaparecido, lo grito, <¡ella ha desaparecido!> como para que poquito
a poco me lo crea, pero no es suficiente, entonces la busco, doy vuelta mi
cama, mi mesa de luz, mi billetera y hasta el posavasos color naranja rabioso
que, tiempo atrás, me regaló Mar junto con otros cinco que formaban la media
docena, pero los otros cinco se los he dejado en la casita de Buenos Aires, en Lomas
de Zamora, en la esquina de Belgrano y Peña, nuestra esquina, a modo de
recordatorio… a ella siempre le faltaría yo para completar su media docena. ¿Me
llamaría alguna vez para reclamarme su sexto y último posavasos? Quizá un día
cualquiera el timbre de esta habitación la anuncie y detrás de la puerta se
halle más linda que de costumbre y con ese aire de dulzura sincera y con sus
dos hombros pedantes, irradiando brillo.
¿Qué
estarás haciendo Mar? Probablemente me odies de manera desalmada, que es como
se debe odiar, me desearas las peores de las suertes, me maldecirás más de lo
que merezco, me subestimarás aún más. Pero a miles de kilómetros de la
situación, fuera de ella, de su circunferencia, siendo testigo y ya no
protagonista, todo puede observarse nítidamente.
Estabas
como entusiasmada con la idea, quise que justificaras tanta alegría que a mi me
resultaba inconcebible, pero no reparaste en mis ojos indagadores. Sé que
esperaste pacientemente a que un día reaccionara y te abrazara emocionado,
pensáramos, luego, un nombre juntos y construyamos una habitación de paredes
celestes o rosadas según el sexo del pequeño y llena de sonajeros, ositos
felices y abrigadas mantitas. También pensaste en una ventana con vista al
jardín, delicadamente bordeado con jazmines, margaritas y alguna que otra
alegría del hogar, un cortinado de dibujitos tiernos y seguramente
norteamericanos… ¡¡¡Puaj!!! Yo no quería nada de eso, si mantenía mis pies en Argentina
era sólo porque pretendía acabar mi plan de evacuación de manera organizada. Te
quería, pero no alcanzaba, al menos no lo suficiente para retenerme ahí,
construyendo una piecita para un tercero
que yo no había incluido en ningún plan, en ningún pensamiento, en ninguna de
todas mis ganas. Y vos, Mar, estabas tan contenta y a mi me indignaba la
noticia, tu reacción, los proyectos que ahora vomitaban tu boca y mareaban mis
pensamientos, la falta de juicio en corromper una montaña de ideas antes
compartidas, ahora me hablabas de pañales, mamaderas, escarpines, chupetes,
incluso de ¡un perro! Yo te escuchaba incrédulo, me preguntaba dónde estaba la
verdadera Mar y porqué esta impostora se sentía con derecho a ingresar a mi
casa, no la entendía, no me interesaba escucharla, quería que se esfumara y vos
aparecieras para tranquilizarme, decirme que todo había sido una alucinación
espantosa, un recuento de los accesorios que hacen de una pareja un lugar
común, muy frecuentado y nada extraordinario y me hagas milanesas con puré y
brindemos con algún vinito. Pero no apareciste Mar y en tu lugar se instaló
ella, ultrajando todas tus pertenencias, haciendo uso y desuso de la intimidad
de pareja que muy bien sabíamos resguardar y recrear… y no era lo mismo… la
impostora no tenía nada que ver conmigo, ni con vos. Ella pensaba, hablaba y
hacia con miras al futuro, ese al que tanto ignoramos siempre de común acuerdo,
tácito claro está. Y de repente, sin nadie que me advirtiera de la posible
metamorfosis de algo lindo en algo real y sumamente ordinario, me encontré
conviviendo con una impostora que programaba el mañana como si se tratase de
organizar un día de camping en San Antonio de Areco. Los días comenzaban a
parecerme interminables e insípidos, sin sentido y repugnantemente tristes. Te
veía adentrarte en proyectos utópicos en los cuales se incluía mi persona
misma, sin previa autorización concedida. Me preguntaba hasta cuándo tenías
pensado sostener tanta hipocresía, cuándo sería el momento en que me
preguntaras qué pensaba yo de todo lo que deseabas que ocurriera de la noticia
en adelante, me preguntaba porqué te empeñabas en no preguntar, ¿acaso lo
notabas Mar? ¿Notabas qué la única respuesta que podía llegar a darte no
colaboraría con tu apetito por armar una
familia más? Una familia más en un mundo que no es el mío, claro está.