jueves, 26 de mayo de 2011

Ella

De vez en vez tenía sorprendentes arrebatos de lucidez y encandilaba con su brillo, pero la mayoría de las veces se encontraba sumida en la más desconsolada depresión y todo le resultaba más de lo mismo de siempre. Algo debía cambiar y torcer ese rumbo que solo parecía direccionarla a la desilusión constante. Necesitaba creer en algo… algo que no fuera un “alguien” porque eso último la había llevado a estar así de vacía, así tan sin ganas, así de escéptica, así de resignada y resentida.

Sucedió que un día como cualquier otro, iluminada por una pizca de optimismo, entendió que la felicidad no podía estar supeditada a otra persona, dependía de ella y mientras no estuviera bien consigo misma cualquier intento por revertir su cambiante humor sería en vano. Entonces fue cuando dedujo que la solución era muy simple: necesitaba creer en ella.
Maquilló sus mejillas y salió a la calle con aire renovado, compró nueva ropa y cambió su look en una peluquería ubicada en Palermo. A la noche, luego de haber disfrutado de un espumante baño de inmersión, se vistió con una mini negra, una holgada remera gris y borcegos negros. Estaba lista para más de lo mismo, llegó al bar que tantas veces la vio marcharse sin siquiera poder hilar palabra alguna, se sentó en su taburete preferido – el del medio – al cabo de un rato se dijo que ya llevaba mucho tiempo perdido en aquel sector y el bar no era el problema, quizá fuera el lugar en el cual se encontraba sentada… esperó a que se desocupara cualquier otro banco, el más alejado posible del que ocupaba en ese momento y, así, consiguió el sitio ubicado en la punta extrema izquierda, la parte más oscura del establecimiento.
-¿Sola?
-Ahora con vos.
-(Sonríe, mira a quién atiende detrás de la barra) Dos Coronas, con limón por favor.
En cuanto le entregan las bebidas coloca una delante de ella.
-¿Solo?
-Ahora con vos.
Sonríen.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Es una ilusa, persigue la perfección encantada de los cuentos de hadas. Así, no deja de condenarse a la eterna frustración.
“Creí que era distinto”, se excusa mientras destroza decenas de diarios íntimos.
Idiota.