Él no oyó o no expliqué lo suficiente.
Gritó, reprochó, golpeó paredes y pateó
el almohadón que yo había forrado con tela de color rojo chillón.
Tomé mi bolso marrón imitación berreta de
Louis Vuitton y me dirigí a la puerta.
No me detuvo.
El estallido de nuestro mejor retrato
contra el adoquinado tras salir volando por la ventana no me conmovió.
Creo que nunca me entendió del todo.