domingo, 26 de junio de 2011

Bis

La vida no podía ser solo esto y si no había nada más ya me había aburrido.

Siempre lo mismo, las mismas idas y vueltas, respuestas similares, histerias, desamores, comienzos y finales.

Nada me sorprendía ni me dejaba sin nada que acotar. Los remates desgastados de tanto uso ni siquiera me provocaban una sonrisa.

Tenía que tergiversar el rumbo o hundirme en el conformismo de cientos de mediocres.

El alcohol me ayudaba hasta el lunes de cada nueva semana cuando me subía a mis tacos y lucía soberbia la careta de chica que todo lo puede. 

El problema resurgía cada noche expresado en interminables insomnios, opresión en la garganta y la amarga sensación de contar con un potencial censurado y centenares de gritos ahogados, acallados con el objeto de guardar las apariencias, de ser tolerante y correcta, de ajustarme al lineamiento impuesto, no vaya a ser que a uno lo tildaran de inadaptado.

¿La solución? Patear el tablero, arrancar una vez más sin ser la mejor, sin tantas exigencias absurdas, sin tanto perfeccionismo, arrancar siendo lo que era.

Pero… ¿qué otra cosa era sino este manojo de ansiedad y auto-exigencia?

Entonces lo conocí, leía La Divina Comedia. Oculté lo mejor que pude mi 4to. libro de Harry Potter y le consulté dónde había comprado su negra campera de cuero. Me respondió que en el local de al lado de la librería donde yo había adquirido el libro del mágico muchachito de anteojos con una rayo en la frente.

Y vuelta a empezar con una historia con “The end” predecible, claro.

sábado, 25 de junio de 2011

Ella sabía que él tomaba el café con tan solo dos cucharaditas de azúcar y eran esa clase de detalles los que convertían en cotidianidad cualquier vago intento de sembrar singularidad.


La historia se repetía una y otra vez, cuando súbitamente las mariposas migraban dejaban de saldo una descolorida rutina sin magia alguna.


Por eso evitaba compromisos, conocía de memoria sus finales.

martes, 14 de junio de 2011

El Futuro - Julio Cortázar

Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y sé muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.