sábado, 25 de junio de 2011

Ella sabía que él tomaba el café con tan solo dos cucharaditas de azúcar y eran esa clase de detalles los que convertían en cotidianidad cualquier vago intento de sembrar singularidad.


La historia se repetía una y otra vez, cuando súbitamente las mariposas migraban dejaban de saldo una descolorida rutina sin magia alguna.


Por eso evitaba compromisos, conocía de memoria sus finales.

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