martes, 7 de diciembre de 2010

Sobre Príncipes y Princesas

Nunca fuimos nada, no obstante, transmuté gustos para gustarle pero no alcanzó.
Las historias de dos no comienzan cuando las ganas son de uno solo. Entonces sucede que sin comienzo no hay fin ni hay fin sin comienzo. Existe una suerte de nada que nada revierte.
Resulta que no se trata de una posible historia entre dos personas sino de dos historias paralelas que ya nunca cruzarán sus no tan rectas subsistencias.
Claro que la nada también es algo y es un algo poco feliz, claro. Y ese algo poco feliz que en realidad es nada me impulsa a escribirle a sabiendas que nada cambia nada y a él, en cambio, esa nada, no lo mueve a nada en particular.
Algo así como un relato sin el había una vez de los cuentos de hadas ni el figurativo the end de cualquier narración con un príncipe azul dispuesto a atravesar los más atroces peligros, incluso a enfrentar el temible y descomunal dragón con tal de salvaguardar a la virginal princesa. Sucede, quizás, que en el siglo XXI las virginales princesas están extinguidas y los príncipes son más bien verdes que azules. Sucede, posiblemente, que la improbable princesa se enamoró del seudo príncipe, pero pronto reconoció al caballero sin su capa ni caballo blanco que alardeaba su desacertado título.

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