lunes, 6 de diciembre de 2010

El reloj inerte

Los minutos detenidos en una última sonrisa forzada.
Té de tilo para adormilar ánimos.
La noche que nunca amanece.
Dos manos tocan a la chica encarcelada en un portaretrato de 10 x 15.
El viento sopla recuerdos.
El aire condensa las palabras nunca emitidas.
La canilla gotea cronometradamente etéreas perturbaciones.
El eco de una voz femenina se ahoga.
Resuenan vagamente dedos bailarines sobre un piano corrompido.
Las sombras triplican figuras inconexas.
Un sillón vacío de sentido.
Un libro que se cierra antes de finalizar el prólogo.
El teléfono en huelga.
La luz ámbar titila dudosa la resonante frustración.
Un whisky desabrido derrite el hielo de una perversa mirada.
El humo de cada cigarro nubla ensueños.
Una vacante víctima de abandono de persona.
El reflejo de un espejo ilustra vacío.
El delirio demanda su reinado.
La esencia de la sustancia de quién ha renunciado reencarna en reminiscencias.

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