Y ella que enceguecía a quien se propusiera, porque eso si que le salía bien y que jugaba a ser quien no era y todos compraban eso que vendía, lo sabía.
Catalina se esmeraba por ocultar toda su parte vulnerable y así se creía indestructible, con una suerte de coraza impenetrable.
Quería una gran, gran historia.
Sin embargo, gastaba almanaques enamorándose de imposibilidades.
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